Descripción:

“Con la misma idea y las mismas palabras que todo el mundo, Gide logra decir algo de valor. Es la regla clásica: tener el coraje de decir bien lo que es evidente, de manera que nunca será con la primera lectura que un autor seduzca; seduce más bien por aquello que no ha dicho, pero que con naturalidad seremos llevados a descubrir, pues las líneas esenciales han sido bien dibujadas. Pero también han sido suprimidas las líneas accesorias. Es lo propio del arte (ver al respecto algunos dibujos significativos de Picasso). Montesquieu decía: “No escribimos bien sin saltar las ideas intermedias”, y Gide agrega: “No hay obra de arte sin cortes”. A ello lo acompaña una primera oscuridad, o una enorme simplicidad, que hace que los mediocres confiesen que no comprenden. En ese sentido los Clásicos son los grandes maestros de lo oscuro, incluso del equívoco, es decir, de la preterición de lo superfluo (ese superfluo al que el espíritu vulgar es aficionado), o si se quiere, de la sombra propicia para meditaciones y descubrimientos individuales. Obligar a pensar por sí mismo sería una definición posible de la cultura clásica; no será desde entonces el monopolio de un siglo, sino de todas las rectas conciencias, ya se llamen Racine, Stendhal, Baudelaire o Gide”. 
Roland Barthes

“Obra de exceso, obra de extrema mesura, completamente entregada al arte y, sin embargo, concedida a un designio de influencia, no estético, sino moral, obra que solo considera al hombre y que, para el hombre que la ha formado, no ha sido sino un medio para formarse, buscarse, en fin, obra inmensa, de una extraordinaria variedad, pero también dispersa y estrecha y monótona, abierta a la más rica cultura, vuelta hacia la espontaneidad la menos libresca posible, ingenua por amor al esfuerzo, libre en aras de la restricción, discreta en la franqueza, sincera hasta la afección y como movida por la preocupación hacia el descanso y la sinceridad de una forma en la cual nada podría ser cambiado”.
Maurice Blanchot

André Paul Guillaume Gide nació el 22 de noviembre de 1869, en París. Hijo de Paul Gide y Juliette Rondeaux, quien se encargó de su educación, tras la muerte del padre del niño André. Estudió en la École Alsacienne y, durante un tiempo, tuvo un tutor personal en su hogar de Rouen. Inició estudios preparatorios de Filosofía en el liceo Henri IV. También fueron importantes para su formación su tía Claire y la institutriz británica Anna Schackleton. Su adolescencia estuvo marcada por el protestantismo y por su prima Madeleine Rondeaux, de quien estaba enamorado. Tuvo una hija en el año 1923, llamada Catherine, con Maria Van Rysselberghe.
Parte de su vida la ha destinado a viajar y como producto de ello tenemos publicaciones que plasman sus experiencias por el norte de África, en donde conoció a Oscar Wilde, por Alemania, Túnez, Argelia, Italia, U.R.S.S. y Suiza, entre otros espacios recorridos. Estos periplos también aparecen en las apreciaciones cotidianas que Gide fue apuntando en sus Diarios hasta sus últimos años.


Su primera publicación literaria fue en 1891 con Los Cuadernos de André Walter, que junto con Poesías de André Walter y Paludes (1895) forman parte de su vínculo con la estética simbolista. Luego, llegaron sus títulos más celebrados: Los alimentos terrestres (1897), Prometeo mal encadenado (1899), El inmoralista (1902), La puerta estrecha (1909), Los sótanos del Vaticano (novela anticlerical, 1914), La sinfonía pastoral (1919), Si la semilla no muere (autobiografía, 1920), Corydon (especie de tratado sobre la homosexualidad, 1924) y Los monederos falsos (novela metaliteraria, híbrida y compleja, 1925).

Su escritura, de fuerte impronta autobiográfica, ha recorrido variadas inquietudes que constituyeron su búsqueda, su exploración y sus posicionamientos respecto del campo literario, el mundo intelectual, la cultura y el ámbito político. Temas como la homosexualidad y la crítica hacia cuestiones morales ocuparon un lugar predominante en sus escritos.
En 1908, fue cofundador de la Nouvelle Revue Française. Su obra consta de ensayos, artículos, poesía, obras dramáticas, narrativa en sus diversas manifestaciones y un rico intercambio epistolar con grandes escritores. Fue crítico con las políticas francesas implementadas en las colonias, participó de las ideas comunistas, pasó la Segunda Guerra Mundial en Túnez, fue un fiel defensor de los derechos de los homosexuales y atacó a la moral de su época. En el año 1947, obtuvo el Premio Nobel de Literatura. André Gide murió el 19 de febrero de 1951, en París. Sus restos descansan en el cementerio de Cuverville. Dejó varios escritos que fueron publicados póstumamente. En la actualidad, son pocos los textos de Gide que no han sido traducidos al español. En esta ocasión, acercamos Un esprit non prévenu, ensayo publicado en 1929 y que aquí presentamos como Una mente desprejuiciada.   

Una mente desprejuiciada. André Gide

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“Con la misma idea y las mismas palabras que todo el mundo, Gide logra decir algo de valor. Es la regla clásica: tener el coraje de decir bien lo que es evidente, de manera que nunca será con la primera lectura que un autor seduzca; seduce más bien por aquello que no ha dicho, pero que con naturalidad seremos llevados a descubrir, pues las líneas esenciales han sido bien dibujadas. Pero también han sido suprimidas las líneas accesorias. Es lo propio del arte (ver al respecto algunos dibujos significativos de Picasso). Montesquieu decía: “No escribimos bien sin saltar las ideas intermedias”, y Gide agrega: “No hay obra de arte sin cortes”. A ello lo acompaña una primera oscuridad, o una enorme simplicidad, que hace que los mediocres confiesen que no comprenden. En ese sentido los Clásicos son los grandes maestros de lo oscuro, incluso del equívoco, es decir, de la preterición de lo superfluo (ese superfluo al que el espíritu vulgar es aficionado), o si se quiere, de la sombra propicia para meditaciones y descubrimientos individuales. Obligar a pensar por sí mismo sería una definición posible de la cultura clásica; no será desde entonces el monopolio de un siglo, sino de todas las rectas conciencias, ya se llamen Racine, Stendhal, Baudelaire o Gide”. 
Roland Barthes

“Obra de exceso, obra de extrema mesura, completamente entregada al arte y, sin embargo, concedida a un designio de influencia, no estético, sino moral, obra que solo considera al hombre y que, para el hombre que la ha formado, no ha sido sino un medio para formarse, buscarse, en fin, obra inmensa, de una extraordinaria variedad, pero también dispersa y estrecha y monótona, abierta a la más rica cultura, vuelta hacia la espontaneidad la menos libresca posible, ingenua por amor al esfuerzo, libre en aras de la restricción, discreta en la franqueza, sincera hasta la afección y como movida por la preocupación hacia el descanso y la sinceridad de una forma en la cual nada podría ser cambiado”.
Maurice Blanchot

André Paul Guillaume Gide nació el 22 de noviembre de 1869, en París. Hijo de Paul Gide y Juliette Rondeaux, quien se encargó de su educación, tras la muerte del padre del niño André. Estudió en la École Alsacienne y, durante un tiempo, tuvo un tutor personal en su hogar de Rouen. Inició estudios preparatorios de Filosofía en el liceo Henri IV. También fueron importantes para su formación su tía Claire y la institutriz británica Anna Schackleton. Su adolescencia estuvo marcada por el protestantismo y por su prima Madeleine Rondeaux, de quien estaba enamorado. Tuvo una hija en el año 1923, llamada Catherine, con Maria Van Rysselberghe.
Parte de su vida la ha destinado a viajar y como producto de ello tenemos publicaciones que plasman sus experiencias por el norte de África, en donde conoció a Oscar Wilde, por Alemania, Túnez, Argelia, Italia, U.R.S.S. y Suiza, entre otros espacios recorridos. Estos periplos también aparecen en las apreciaciones cotidianas que Gide fue apuntando en sus Diarios hasta sus últimos años.


Su primera publicación literaria fue en 1891 con Los Cuadernos de André Walter, que junto con Poesías de André Walter y Paludes (1895) forman parte de su vínculo con la estética simbolista. Luego, llegaron sus títulos más celebrados: Los alimentos terrestres (1897), Prometeo mal encadenado (1899), El inmoralista (1902), La puerta estrecha (1909), Los sótanos del Vaticano (novela anticlerical, 1914), La sinfonía pastoral (1919), Si la semilla no muere (autobiografía, 1920), Corydon (especie de tratado sobre la homosexualidad, 1924) y Los monederos falsos (novela metaliteraria, híbrida y compleja, 1925).

Su escritura, de fuerte impronta autobiográfica, ha recorrido variadas inquietudes que constituyeron su búsqueda, su exploración y sus posicionamientos respecto del campo literario, el mundo intelectual, la cultura y el ámbito político. Temas como la homosexualidad y la crítica hacia cuestiones morales ocuparon un lugar predominante en sus escritos.
En 1908, fue cofundador de la Nouvelle Revue Française. Su obra consta de ensayos, artículos, poesía, obras dramáticas, narrativa en sus diversas manifestaciones y un rico intercambio epistolar con grandes escritores. Fue crítico con las políticas francesas implementadas en las colonias, participó de las ideas comunistas, pasó la Segunda Guerra Mundial en Túnez, fue un fiel defensor de los derechos de los homosexuales y atacó a la moral de su época. En el año 1947, obtuvo el Premio Nobel de Literatura. André Gide murió el 19 de febrero de 1951, en París. Sus restos descansan en el cementerio de Cuverville. Dejó varios escritos que fueron publicados póstumamente. En la actualidad, son pocos los textos de Gide que no han sido traducidos al español. En esta ocasión, acercamos Un esprit non prévenu, ensayo publicado en 1929 y que aquí presentamos como Una mente desprejuiciada.