Descripción:

Nuestro objetivo en esta oportunidad es reflexionar juntos acerca de lo que nosotros, como psicoanalistas, sabemos sobre el género, con referencia específica a la historia del patriarcado y al problema de la dominación y la violencia masculinas; cómo estos fenómenos se manifiestan y afectan actualmente a nuestra vida social y cultural, y a su vez a nuestra psique individual. En pocas palabras, nos preocupa el daño, el sufrimiento que se inflige psíquicamente, pero que a menudo no se produce en el ámbito de la fantasía, sino en la dura realidad física del asesinato, la violencia, la violación, así como otras formas de daño menos violentas y aún más extendidas y generalizadas.

Volvemos al análisis de la masculinidad escrito en la época del feminismo de segunda ola, en los años ’70 y ’80, cuando nuestra crítica psicoanalítica feminista emprendió la deconstrucción de la obra maestra de Freud, el complejo de Edipo.

Para resumir mi punto de vista en ese momento: lo que muchos pensadores freudianos, sobre todo lacanianos, consideraban como la ley paterna de la separación, yo lo veía como la instauración de un borramiento de la subjetividad del otro femenino y de una "falsa diferenciación" que impide realmente el reconocimiento de la diferencia. Además, implica una represión de las anteriores identificaciones excesivamente inclusivas y múltiples que destacaban antes del establecimiento de la prohibición edípica de ser como el que se ama. Entendido así, este complejo de normatividad heterosexual y repudio masculino de lo materno sirvió para hipotetizar la diferencia, para organizar como opuestos mutuamente excluyentes las categorías de tener y ser la madre. El amor identificatorio homoerótico –una relación de espejamiento, de hermanamiento, de reconocimiento de sujeto a sujeto de lo que es inteligible como deseo– se diferenciaría así del amor edípico del otro (sea quien sea).

Jessica Benjamin

Poder género y amor 1. Aurora Romano, Patricia Alkolombre, Graciela Cardó

$16.000,00
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Nuestro objetivo en esta oportunidad es reflexionar juntos acerca de lo que nosotros, como psicoanalistas, sabemos sobre el género, con referencia específica a la historia del patriarcado y al problema de la dominación y la violencia masculinas; cómo estos fenómenos se manifiestan y afectan actualmente a nuestra vida social y cultural, y a su vez a nuestra psique individual. En pocas palabras, nos preocupa el daño, el sufrimiento que se inflige psíquicamente, pero que a menudo no se produce en el ámbito de la fantasía, sino en la dura realidad física del asesinato, la violencia, la violación, así como otras formas de daño menos violentas y aún más extendidas y generalizadas.

Volvemos al análisis de la masculinidad escrito en la época del feminismo de segunda ola, en los años ’70 y ’80, cuando nuestra crítica psicoanalítica feminista emprendió la deconstrucción de la obra maestra de Freud, el complejo de Edipo.

Para resumir mi punto de vista en ese momento: lo que muchos pensadores freudianos, sobre todo lacanianos, consideraban como la ley paterna de la separación, yo lo veía como la instauración de un borramiento de la subjetividad del otro femenino y de una "falsa diferenciación" que impide realmente el reconocimiento de la diferencia. Además, implica una represión de las anteriores identificaciones excesivamente inclusivas y múltiples que destacaban antes del establecimiento de la prohibición edípica de ser como el que se ama. Entendido así, este complejo de normatividad heterosexual y repudio masculino de lo materno sirvió para hipotetizar la diferencia, para organizar como opuestos mutuamente excluyentes las categorías de tener y ser la madre. El amor identificatorio homoerótico –una relación de espejamiento, de hermanamiento, de reconocimiento de sujeto a sujeto de lo que es inteligible como deseo– se diferenciaría así del amor edípico del otro (sea quien sea).

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