Descripcion:

¿Cómo decir lo que no puede ser nombrado? ¿Cómo hablar de lo que se dice sin nombre? “Decir ‘adolescente con depresión’ es un enorme riesgo” —marca ya posición la autora—: el de la estigmatización social y el no menos arrasante de una diagnosis que cargarán de por vida, irreversiblemente ligada a la idea de muerte.

Muy lejos de los actuales “diagnósticos a mansalva” que se lanzan sobre los adolescentes y de la rotulación patologizante que borra toda subjetividad, Gabriela Insua prefiere hablar prudentemente de “estados”, y su finísima sensibilidad elige denominarlos abatidos pues “esa palabra evoca algo de esa caída de sentido tan frecuente en ellos”, explica. “Que no se patologice aquello que es síntoma o efecto”, escribe ya en enarbolada bandera.

Pero su convencida y militante impugnación del “afán rotulador” no la distancia en nada de la atenta e imprescindible estimación del riesgo cuando se trabaja con adolescentes a quienes se les ha apagado todo brillo, desvanecido todo deseo, sólo que no considera que esos estados deban ser “corregidos” ni sus libertades recortadas (“¿Con qué tijeras?”, preguntaría Miguel Hernández). “La que tiene que estar sana y a la altura de lo intrínsecamente saludable de la adolescencia es la sociedad”, proclama con Winnicott.

¿Es que acaso va de suyo el sentido, el desear y el existir?, se pregunta y nos previene.

 

“Charles Chaplin decía que la vida no tiene sentido, por eso hay que inventárselo”, recuerda.

Que haya elegido como título para su libro una desgarradora pregunta de una de sus pacientes habla por sí mismo de la posición de la autora y de dónde ubica ella el saber, dejándose enseñar por lo que escucha antes que recurrir a dispositivos diagnósticos.

Hay en Gabriela Insua una tenacidad y una insistencia: ¿qué hacer con “esas miradas que parecen sobrevolar superficies, como si no hubiera en ellas profundidad posible? “Seguir hilando”, “seguir buscando”. Este libro es una realización de esta exigencia. ¿Cómo podemos despertarnos sin leerlo?

María Bogetti

¿Cómo pudo despertarse con esa herida? Estados abatidos en la adolescencia. Gabriela Insua

$14.800,00
Sin stock
¿Cómo pudo despertarse con esa herida? Estados abatidos en la adolescencia. Gabriela Insua $14.800,00
Compra protegida
Tus datos cuidados durante toda la compra.
Cambios y devoluciones
Si no te gusta, podés cambiarlo por otro o devolverlo.

Descripcion:

¿Cómo decir lo que no puede ser nombrado? ¿Cómo hablar de lo que se dice sin nombre? “Decir ‘adolescente con depresión’ es un enorme riesgo” —marca ya posición la autora—: el de la estigmatización social y el no menos arrasante de una diagnosis que cargarán de por vida, irreversiblemente ligada a la idea de muerte.

Muy lejos de los actuales “diagnósticos a mansalva” que se lanzan sobre los adolescentes y de la rotulación patologizante que borra toda subjetividad, Gabriela Insua prefiere hablar prudentemente de “estados”, y su finísima sensibilidad elige denominarlos abatidos pues “esa palabra evoca algo de esa caída de sentido tan frecuente en ellos”, explica. “Que no se patologice aquello que es síntoma o efecto”, escribe ya en enarbolada bandera.

Pero su convencida y militante impugnación del “afán rotulador” no la distancia en nada de la atenta e imprescindible estimación del riesgo cuando se trabaja con adolescentes a quienes se les ha apagado todo brillo, desvanecido todo deseo, sólo que no considera que esos estados deban ser “corregidos” ni sus libertades recortadas (“¿Con qué tijeras?”, preguntaría Miguel Hernández). “La que tiene que estar sana y a la altura de lo intrínsecamente saludable de la adolescencia es la sociedad”, proclama con Winnicott.

¿Es que acaso va de suyo el sentido, el desear y el existir?, se pregunta y nos previene.

 

“Charles Chaplin decía que la vida no tiene sentido, por eso hay que inventárselo”, recuerda.

Que haya elegido como título para su libro una desgarradora pregunta de una de sus pacientes habla por sí mismo de la posición de la autora y de dónde ubica ella el saber, dejándose enseñar por lo que escucha antes que recurrir a dispositivos diagnósticos.

Hay en Gabriela Insua una tenacidad y una insistencia: ¿qué hacer con “esas miradas que parecen sobrevolar superficies, como si no hubiera en ellas profundidad posible? “Seguir hilando”, “seguir buscando”. Este libro es una realización de esta exigencia. ¿Cómo podemos despertarnos sin leerlo?

María Bogetti